Para bien y para mal. Por eso un líder marca el espíritu del equipo. En mi pasada experiencia cuando teníamos un director general que venía de la dirección financiera, nuestra cultura era de no arriesgar. Le sucedió un director comercial y la misma empresa en poco tiempo estaba ansiosa por comerse el mercado y crecer. La cultura de la empresa cambió en pocas semanas.
Por ello, lo que llamo positividad es un factor poco apreciado a veces pero que da un gran apoyo a un clima de optimismo y disfrute general, lo que no quiere decir de desaparezcan los retos y los posibles conflictos. Pero se atacan y resuelven mejor.
Un buen líder ante un problema ve el lado positivo y descubre una oportunidad de mejorar y cuando él o alguien de su equipo se equivoca lo considera un aprendizaje. Eso no quiere decir que se sienta cómodo con el error, sino que toma las medidas para que nunca más se vuelva a repetir.
Por supuesto habla en positivo y no se centra en lo negativo. Reconoce la parte bien hecha de cada trabajo y anima a seguir por esa senda o mejorar. No se ceba en lo que no ha salido bien. Diríamos que vive en la excelencia y no en la exigencia.
El buen líder pone y transmite pasión sincera por lo que hace. Lo hace porque le gusta, no porque lo deba de hacer. El primer enfoque se traduce en una emocionalidad positiva que su equipo reconoce y se ve contagiado por ella.
Sabe recibir bien el feedback, no refutando los puntos de vista que no le favorecen, sino que mantiene el control y los analiza buscando al menos ese 1% que pueda aprovechar para mejorar. Tiene habitualmente buen humor porque aprecia todas las cosas buenas que tiene a su alrededor y lleva puesta una sonrisa sincera. Es increíble el poder de la sonrisa. Cambia la actitud de los interlocutores y favorece el entendimiento.
Ante los desafíos y los problemas imprevistos controla su excitación e intenta verlos con una perspectiva lejana, en la que la toma de decisiones es más fácil porque se abren opciones que la respuesta impulsiva cierra. Y, en suma, transmite una auténtica autosatisfacción porque globalmente valora positivamente los logros conjuntos con su equipo.
El coaching permite tomar consciencia de todos estos aspectos y desarrollar los que el líder considere oportunos para ser más eficiente y feliz. Algunas de estas características son innatas y otras es cuestión de aprendizaje. Todas, de una u otra forma, se pueden mejorar.