Por razones familiares he seguido con mucho interés el referéndum del Brexit, sobre todo los análisis de los resultados. Está claro que las razones de cada votante y de cada no votante sólo las conocen ellos. Sin embargo, hay un tema que creo que ha influido en el subconsciente de los ciudadanos: los valores que sustentaron su voto o su abstención.
Voy a empezar por mis sentimientos al respecto. Yo hace años me consideraba europeo antes que español o asturiano. Me sentía miembro de una comunidad con valores como la democracia, la cooperación, el conocimiento y respeto de los diferentes, la protección al consumidor, la riqueza de otras culturas, la ausencia de fronteras, el derecho de asilo y hasta una moneda común en el sentido de poder moverte por otros países como por el tuyo.
Percibí cómo muchas regiones españolas recibieron muchas ayudas para su desarrollo, el consumidor logró más protección y oferta, la cultura se abrió a otros puntos de vista, el viajar era más fácil, mi hijo tuvo la oportunidad de convivir con personas de diferentes países en su estancia en el Erasmus y mi hija decidió un día irse a trabajar a Londres y los frecuentes viajes a verla me permitan considerar a Londres algo que forma parte de mi vida.
Desde hace unos tres o cuatro años he empezado a percibir que muchos de esos valores se iban diluyendo, ante intereses nacionales y que la UE se volvía atrás y se iba cada vez más una simple comunidad económica. Actitudes ante la nula actuación de “refundación del capitalismo” que vocearon al estallar la crisis, la imposición de austeridad por parte de países hegemónicos como receta única, la vista al lado ante regímenes de poca calidad que se han ido instaurando, el tratamiento de Grecia con el único fin de evitar el Grexit, la vergüenza de los emigrantes, los acuerdos a la carta con Gran Bretaña, etc. son las que me han alejado emocionalmente de la UE. Hoy no me siento europeo, ni tampoco estoy orgulloso de ser español. Me cuesta identificar valores más allá del euro y la prima de riesgo.
Supongo que los británicos, que nunca percibieron con gran satisfacción la entrada en la UE, posiblemente porque para los ciudadanos de a pie no les supuso grandes ventajas, como ocurrió con la entrada de España, ante la tesitura de decidir si irse o quedarse en la UE hayan optado por separarse ante una campaña en la que los únicos que pusieron valores en la mesa (algunos manifiestamente falsos) fueron los partidarios del Brexit (nuestra cultura, nuestro bienestar, nuestra grandeza, nuestra independencia) contra una actitud displicente hasta unas tres semanas antes de la fecha de la votación, en la que los partidarios de seguir vieron que no tenían el tema ganado.
Y lo hicieron a la defensiva, negando lo que los promotores de la salida decían, basándose en macro cifras y no basándose en los valores que aportaba una organización como la UE. ¿Sería porque no los encontraban o porque no eran muy aplicables fuera de la City?.
La sintonía con unos valores es fundamental para el compromiso emocional en el trabajo. Sentirse parte de un proyecto que te emociona y que te sientes orgulloso de hablar de él hace que disfrutes en tu trabajo y los resultados sean más productivos.
Cuando trabajamos en sesiones de coaching con directivos, estos temas suelen ser vistos de entrada como colaterales, hasta que se dan cuenta que construir un proyecto sin cimientos en unos valores claros y respetados te hace tener un gigante con pies de barro.