Hacer mucho no es suficiente para ser productivo. Entendemos la productividad como la relación entre los resultados obtenidos y el esfuerzo para lograrlos. Por tanto, mejorar la productividad aumentando el esfuerzo exige que el crecimiento de resultados sea proporcionalmente mayor.
El problema es que el tiempo de que disponemos es finito y que, cuando se sobrepasan ciertos límites, nuestro rendimiento físico, intelectual y emocional disminuye. A partir de cierta cantidad de tiempo, el rendimiento marginal de este tiempo baja bastante, los errores crecen y la frustración y decepción aumentan.
En muchos casos no entendemos cómo es que con la cantidad de trabajo que realizamos los resultados no acompañen. En esta situación no es raro que las personas se bloqueen, ya que están tan enfrascadas en hacer cosas que no son capaces de analizar la situación y tomar decisiones adecuadas.
Para actuar sobre este estado se puede buscar una mejora en la forma de trabajar mediante formas diferentes de hacer cada actividad y sobre la gestión de prioridades. En cualquier caso, el primer paso es ser consciente de que es necesario romper con esa situación de bloqueo.
Esta toma de consciencia exige poder analizar la situación “desde fuera”, ya que desde dentro esto suele ser considerado como una tarea más, lo que produce un efecto contrario, reforzando la sensación de colapso, dejándolo para otro momento y aumentando el estrés y la frustración.
Hacerlo uno solo es difícil y es importante conseguir esa oportunidad con ayuda externa. Cuando uno se anima a romper la rutina del día a día y toma la decisión de acudir a buscar esa ayuda, tiene la oportunidad de empezar a cambiar.
Es sorprendente ver la dificultad que supone a muchas personas el identificar lo que hacen en su día a día. Cuando ponen negro sobre blanco a qué dedican su tiempo, se abre el escenario a decidir lo que es prioritario y disminuir la cantidad de tiempo y esfuerzo que malgastamos en temas que no son prioritarios, empezando a tomar decisiones de cambio. Sin embargo, esto no basta: hay que ponerlo en práctica y aquí entra en juego la procrastinación y la inercia de las rutinas.
Desde el coaching ayudamos a romper con dinámicas poco productivas y hacer los cambios necesarios, bien en procesos individuales, grupales o un simple taller inicial. Para ello se usan metodologías probadas que empiezan por una toma de conciencia de la situación de partida, la visión de a dónde se quiere llegar, la fijación de un objetivo claro y motivador, una estrategia de actuación y su ejecución con aprendizajes para potenciar el potencial de cada uno y eliminar las barreras externas y, sobre todo, internas que nos frenan.
Photo by Jacob Sciacchitano