Una de las barreras que nos encontramos para ejercer el coaching es la dependencia horaria de los profesionales que no encuentran tiempo. Muchos hacen 50-60 horas semanales y se dicen a sí mismos que no pueden hacer un hueco.
Eso ocurre en muchos sectores, aunque creo que donde es más acusado sectores como consultorías, bufetes y servicios TIC, donde siempre hay cosas que hacer, hacer antes o hacer mejor y se entra en una rutina en la que salir en hora es considerado casi una provocación. Y no se dan cuenta muchas veces hasta que su cuerpo o su espíritu empiezan a darles síntomas inequívocos, bien con enfermedades, lesiones o crisis emocionales.
Cuando esto ocurre y no hay más remedio que parar o buscar ayuda, ahí están los médicos, los fisioterapeutas y los psicólogos clínicos. No se dan cuenta que prevenir es más rentable que curar y actuando antes de la crisis es donde el coaching ejecutivo puede ayudar mucho a conseguir las metas y deseos más íntimos que uno tiene.
Para ello hay que tener el coraje de buscar ese acompañamiento y no ocultarlo. En la mayoría de los casos la empresa valorará a corto plazo lo que significa de interés en la excelencia y, al poco tiempo, lo verá en los resultados.
La realidad es que hay vergüenza para romper estas dinámicas y, sobre todo, en los más jóvenes que muchas veces tras largos años en la universidad llegan a las empresas con un buen bagaje de conocimientos teóricos-prácticos y con pocos de inteligencia emocional, autoconocimiento, autoestima y sin metas claras.
Eso genera esas creencias limitantes que les llevan a pensar que no pueden pedir un feedback de su trabajo porque los jefes están muy ocupados o pensar que si salen a su hora en un día normal los van a echar por poco productivos. La verdad es que muchas de esas barreras nos las ponemos nosotros y eso es una limitación que se consolida y posiblemente en el futuro se replique cuando ese profesional tenga responsabilidades de equipo.
Sería bueno conocer lo que la sobrecarga de trabajo, la falta de sueño y la ausencia de tiempo para uno mismo provoca en la productividad. Porque si lo que se quieren son buenos resultados, cuando las cosas hay que repetirlas, al final salen peor y la producitividad/hora es más baja.
Acabo con una anécdota en mi primer trabajo. Entramos seis universitarios a la vez y decidimos que tomábamos un descanso para café a media mañana. Salvo una excepción todos los demás que allí trabajaban se echaron las manos a la cabeza y nos auguraban un negro futuro. Nuestra progresión profesional fue notable y en poco tiempo demostramos con hechos que las cosas se podían hacer bien de otra forma.
Por otra parte, a veces, estos comportamientos generan el síndrome del rey desnudo en su empresa, ya que si no se visualiza que no son normales jornadas habituales de 12 horas, nadie hará nada por solucionarlo.