Decir que alguien es introvertido es considerado como un lastre en su carrera profesional. Ser introvertido significa que esa persona se enfoca con preferencia en sí mismo, aislándose del mundo exterior. Muchas veces se confunde con la timidez que caracteriza a personas temerosas, medrosas, encogidas y cortas de ánimo.
La timidez no es productiva en los entornos profesionales ya que cierra muchas posibilidades de acción. Una persona tímida alimenta muchos juicios negativos y miedos y suele tener muy poca autoestima. Su potencial vital queda reducido porque ella misma se pone límites y barreras que puede que no existan.
La introversión es diferente, ya que la persona no se defiende de posibles “agresiones” externas sino que es una tendencia personal a explorar en su interior y reflexionar. En el entorno profesional depende de la responsabilidad puede ser una forma de ser más o menos productiva. Una persona en un equipo de análisis o planificación, en un departamento de creatividad, un controler, etc. puede que su introversión le permita potenciar todos sus talentos sin “ruidos” exteriores.
Pero ¿podría un introvertido ser un comercial, un manager o un directivo productivo?. Mi punto de vista es que sí, siempre que el nivel de introversión no fuese muy profundo y lo compaginase con un gusto por la relación con las personas. Si combina una serie de habilidades de trabajo en equipo con la capacidad de encontrar sus momentos de introspección posiblemente controle mejor sus emociones, reacciones y aporte ideas productivas.
La cuestión clave creo que es el equilibrio, lo mismo que creo que es muy peligroso para una organización tener profesionales muy extrovertidos que sean esclavos de los estímulos exteriores y no estén en condiciones de pararse a reflexionar.
Yo he tenido la oportunidad de trabajar con profesionales de ambos extremos y la relación era compleja. En un caso, la persona era muy extrovertida y toda la energía la ponía en los clientes. Para mí fue un maestro en eso, pero la contrapartida era que tomaba decisiones impulsivas que a veces ponían en jaque al equipo y a algún proyecto.
En otro caso me tocó trabajar con un director bastante introvertido. Cuando le cogías la onda la cosa no iba mal, pero costaba al principio. Cualquier tema que le proponías te respondía con la pregunta ¿y tú qué harías?. Luego callaba y horas o días después llegaba su decisión. La verdad es que algunas veces estabas en un apuro porque había que tomar decisiones urgentes y él nos demostró con hechos que no siempre lo eran y el valor del empoderamiento.
Desde el coaching ejecutivo se puede trabajar este tema y definir la estrategia para potenciar el rendimiento de ese profesional y el devenir de su carrera.
¿Cuáles son vuestras experiencias?.
¿Con cuál de los dos ejemplos anteriores os sentirías más cómodos?.
¿Cuál creéis que era más productivo?.