A veces la comunicación falla, incluso con buena intención, y eso es una inoculación del virus del desencuentro en los equipos. Si no hay una cultura de tolerancia, franqueza y respeto ese virus se incuba a veces rápidamente y otras a medio plazo, poniendo en riesgo la eficacia del equipo o las relaciones con clientes o proveedores.
En ocasiones el ritmo de trabajo es frenético, todo es urgente y hasta parece importante y nos dedicamos a “hacer” en detrimento del “hacer bien” e incluso del “pensar”. Y eso provoca que la comunicación se empobrezca.
Un ejemplo que muchos hemos tenido es el salir de una reunión con la intención de comunicar algo a otra persona, pero te pones a hacer alguna tarea de la larga lista de temas pendientes y te dices que ya se lo dirás en otro momento. Momento que nunca llega. Luego en una reunión rutinaria tú das por hecho que esa persona lo sabía y actúas en consecuencia, con su correspondiente enojo.
Si hay la capacidad de aceptar el error y la otra persona de entender que así ha sido y, sobre todo se busca algún mecanismo para que esa circunstancia no se repita, lo normal es que se controle la infección e incluso genere algún anticuerpo para que futuros virus no consigan introducirse.
Si la persona afectada se entera por hechos consumados cierto tiempo después y no hay la cultura de buena comunicación para que venga educada y francamente a reclamarte, se estará consolidando un problema que minará la eficacia del equipo porque la desconfianza se instaurará en el mismo.
A nadie nos gusta que nos pongan en evidencia que hemos cometido un error o, simplemente, hemos tomado decisiones equivocadas. Solo desde una aceptación real de uno mismo y la humildad de aceptar que no somos perfectos y que debemos aprender de ese incidente es posible aceptar y gestionar la reclamación que la otra persona nos haga.
Y por parte de la persona que va a reclamar si quiere que su discurso sea productivo ha de tener un punto de vista abierto (ya que puede haber otros puntos de vista que no ha considerado) y plantear su reclamación con firmeza pero desde el planteamiento de lo que a ella le molesta o incomoda de la situación.
En este caso, el reclamado no puede menos que aceptar que la otra persona no se sienta bien con las consecuencias de su acción u omisión y abre el espacio a una resolución del conflicto.
La grandeza del ser humano reside en que puede hacer muchas cosas bien, pero también en que es lo suficientemente sofisticado como para que un simple silencio pueda generar un gran conflicto.
En la Ontología del Lenguaje, Rafael Echeverría dice que el escuchar valida el hablar, que es el escuchar y no el hablar lo que da sentido a lo que decimos. En este caso, al “escuchar el silencio” provoca que cuando esa persona que debiera haber recibido esa información se entera le de un sentido a su ausencia y esa interpretación viene condicionada por los juicios que aplica.
El coaching ejecutivo ayuda a mejorar estas competencias.
Ratificado con contundencia experiencia y asertividad.
Un ejemplo palmario del acontecer del día a día empresarial y social.
Las soluciones vienen de abajo arriba.
De acuerdo totalmente
Melioora… es la palabra que suena cuando se ve la Luz al fin de un tenebroso camino.
-Yo no soy de su plantilla ni de su planificación ni de su á,bito , pero si de sus reflexiones. ¡¡¡No incondicionales, por cierto cuando alguna surja que me de pie a oponer mi punto de vista lo haré…!!!
Chus G. Ojosnegros
Léase del anterior : ámbito, donde «a´, bito»
gracias
Chus G. Ojosnegros