Durante los últimos meses he oído eso de que el coaching parece interesante pero ahora no tengo tiempo. No voy a juzgar a otros sino que quiero reflexionar sobre ello basándome en mi experiencia personal.
Más de una vez en mi etapa profesional anterior llegué a sentir que la vida me llevaba y no al revés. Empezaba un proyecto nuevo, le iba poniendo tiempo y dedicación, surgían nuevas oportunidades que también desarrollaba y, en poco tiempo, aquella plantita era ya un arbusto y no me cabía bien en el tiesto de mi tiempo.
El día era una sucesión de llamadas programadas, lo que implicaba su preparación y seguimiento, a lo que había que añadir las llamadas o correos imprevistos que me implicaban acción y todo ello era una cadena de trabajo que se enfocaba a “hacer” y tenía su déficit de “pensar”.
Gracias a mi hábito de programar con tiempo iba adelantando trabajo para cumplir mis objetivos y cuando esa avalancha de imprevistos llegaba me cogía con capacidad de asumirlos y de responder a los compromisos adquiridos, eso sí, trabajando al 150%. En muchos casos ni me planteaba el delegar porque contar a alguien el tema me llevaba más que hacerlo yo (o, al menos, eso era lo que podía ocurrir a corto plazo).
Acababa el día con la satisfacción de lo mucho hecho, pero ello implicaba unas dos o tres horas adicionales entre madrugar, salir más tarde y comer en veinte minutos. Las cosas iban saliendo pero yo no era consciente de oportunidades que hubieran podido existir si hubiese abierto la mente a reflexionar si eso era lo mejor que podía hacer.
No voy a criticar esas situaciones que ocurrieron porque logré reconducirlas algunas por mí mismo, no sin esfuerzo, y otras gracias a mentores. Lo que sí quiero contar son dos anécdotas que me enseñaron bastante.
La primera fue una vez que llego a la oficina tras más de una hora de atasco y me encuentro que me he olvidado el móvil en casa. Volver a por él no era interesante porque invertiría casi tres horas en plena hora punta. Así que estuve trabajando todo el día sin móvil. Y trabajé mejor, sin interrupciones. Las llamadas realmente importantes las hice por el fijo y ni mis proyectos ni la empresa sufrieron una merma de resultados.
La otra ocasión que me hizo reflexionar fue cuando decidí aceptar una oferta de trabajo que me vino en una de esas rachas de trabajo abrumador y que me atrajo por sus condiciones y por lo que de ruptura con aquello que tenía. El caso es que intentaron que no me fuese y en esas negociaciones me enteré que hacía un año era el candidato de la empresa para un puesto nuevo de bastante responsabilidad pero que mi jefe lo bloqueó porque era “imprescindible”.
¿Merece la pena a nivel profesional pasar días y días sin “tener tiempo”?
¿Qué oportunidades puedes haber perdido?
¿Te sientes fuerte para romper esa inercia por ti solo, si es tu caso?
El coaching ejecutivo te puede ayudar a tomar perspectiva y encaminar tu carrera hacia donde realmente desees .