Un buen líder ha de tener un buen autoconocimiento para saber escucharse a sí mismo y gestionar sus emociones. Un líder es un humano y, por tanto, sujeto a emociones que son las reacciones pasajeras ante estímulos que desatan incluso una alteración somática.
Esas emociones se generan en el sistema límbico que está en constante interacción con la corteza cerebral. Esta última parte del cerebro modera nuestras reacciones e incluso permite planes de acción ante situaciones emocionales, dejando a la amígdala del sistema límbico las reacciones urgentes ante situaciones extremas.
Líderes o no líderes tienen que gestionar muchas emociones al día y, en la medida que se conocen a sí mismos, tienen respuestas que gestionan esas emociones hacia conseguir resultados productivos. Ese autoconocimiento les da autoconfianza, que es fundamental para una actuación productiva y generadora de valor con su equipo y otras entidades con las que se relaciona como pueden ser autoridades, aliados, proveedores o clientes.
Una emoción muy recurrente es el estrés. Los buenos líderes saben prevenirlo y gestionarlo a niveles que les permiten ser productivos y no caer en bloqueos o descontrol. Hay formas de potenciar la armonía interna como defensa ante el estrés. Otra buena estrategia gestionar bien su tiempo, lo que les permite tener protocolos definidos ante los innumerables imprevistos que surgen el día a día e, incluso, tener tiempo libre.
Es muy importante que un líder sea capaz de dedicar tiempo de calidad a concentrarse para tomar postura ante los frecuentes incidentes que alteran el devenir normal de los procesos. Una toma de decisiones a tiempo y bien razonadas son características que tienen los buenos líderes.
Con todo, los líderes cometen errores o se encuentran a veces en medio de problemas importantes. En estos casos, su capacidad de resolver dichas situaciones, sobre todo si afectan a las personas, es definitoria de su calidad como líder.
También hay situaciones en las que un líder no puede actuar y puede que sufra daños. La resiliencia en estos casos, como capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, es también una característica de los buenos líderes que son capaces de serlo en condiciones favorables y adversas.
Todas estas características forman parte de la autogestión del líder y tienen que ver mucho con las emociones. Desarrollarlas es posible y es más fácil hacerlo con la ayuda de un coach que le ayude a potenciar ese autoconocimiento, a comprometerse a mejorar donde considere oportuno y a no decaer en la transformación que es siempre lenta.
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