Hay veces que sientes un enfado incontenible contra alguien que crees que te ha perjudicado de forma intencionada o no. La reacción muchas veces es mantener un rencor secreto y procurar vengarte de una u otra forma. Y practicar la queja. La queja ante él o ella y, sobre todo, la queja ante tu audiencia con el fin de desahogarte y, en el fondo, con el de manchar el crédito de quien consideras que te ha perjudicado.
La cuestión aquí es si esta actitud te sirve de algo. En principio es difícil que el perjuicio sufrido se subsane. Por otra parte, tu encono en alimentar el rencor y tratar de difundir tu estado de víctima te quita energías y te impide dedicarlas a cosas más productivas.
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¿Qué alternativas hay?. A veces tu “agresor” no es accesible o identificable y la única opción productiva es aceptar la situación como es, pasar página, sacar algún aprendizaje y mirar al futuro. Pero en otras esa persona es accesible y se puede plantear ante ella una reclamación, que, si se hace con una buena estrategia y bien razonada, puede dar algún resultado.
Es importante que el contexto de la reclamación sea adecuado. Fundamentalmente que la persona ante quien vas a reclamar esté con la atención apropiada y no con la cabeza en otras cosas.
Y tú has de hacer tus deberes. Lo primero es preparar la estrategia: cómo lo vas a reclamar, cuál es tu objetivo principal y cuáles serían otras alternativas razonables que te compensen al menos en parte, piensa cómo le vas a dejar que gane algo para que ceda a tu reclamación y, sobre todo, ponerte en un estado emocional adecuado.
Vete a la reunión a reclamar, a negociar y vete preparado para recibir un no, llegado el caso. Puede que a corto plazo no consigas nada inmediato, pero si la reclamación ha sido profesional puede que tu recompensa venga retardada. En todo caso, te sentirás mucho mejor ya que sabrás que tienes que aceptarlo pero que lo has luchado.
Y hay otra posibilidad. Que, aunque no lo sepas, realmente tú mismo tengas mucho que ver con el problema, como me ha pasado a mí esta semana, en el que hacer las cosas bajo la presión de los plazos me hizo leer mal unas instrucciones y realizar un trabajo inútil. Cuando concerté una llamada para reclamar, se me hizo ver mi error, me excusé, cancelé la reclamación y negocié una salida alternativa que le valía a mi interlocutor y a mí me ahorraba trabajo.
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Gracias por compartir la experiencia con esta reflexión tan productiva. Además yo añadiría otra alternativa a valorar que es romper la relación. A veces quien es fuente de tu enfado forma parte de tu entorno y es entonces cuando lo tenemos que considerar. Isabel
Por supuesto puede ser otra alternativa, aunque si es en el ámbito profesional no siempre es posible sin asumir grandes costes