Durante estos días veraniegos que estoy pasando en la costa asturiana, tengo la oportunidad de relajar el ritmo de trabajo y, además de reponer fuerzas para el final de año de melioora, a leer, pensar y observar.
Y uno de los temas que más me ha llamado la atención son los contrastes que he encontrado y su relación con el estado de ánimo social. Me explico.
Un día por la mañana oigo en una emisora de radio regional en un programo de ofertas y peticiones que una persona se ofrece a trabajar a cambio de “comida y alojamiento”. Esa misma tarde recibimos la visita de unos parientes mejicanos que se muestran encantados de lo feliz que ven a la gente en este país y la suerte de tener la posibilidad de caminar por las calles y salir de noche.
A lo largo de estos días leo también que está subiendo el turismo, descendiendo el paro, subiendo la bolsa, bajando la prima de riesgo, que la industria del acero de Avilés está creciendo y con nuevas inversiones, que Europa sale de la recesión… También escucho que España baja en el ranking de países por igualdad, que aumenta la precariedad laboral, que la segunda preocupación de los españoles es la corrupción política, que en esta zona en donde estoy -que estaba resistiendo la crisis- le ha tocado el turno….
Y las intenciones de voto de los españoles alcanzan el máximo histórico en la intención de abstenerse de votar. Como estoy releyendo la Ontología del Lenguaje de Rafael Echeverría, no puedo menos que pensar en los estados de ánimo. Echeverría considera cuatro estados básicos, dependiendo de un juicio de facticidad (las cosas no se pueden cambiar y son así) o de posibilidad (hay otras posibilidades) y de cómo se acepta o se rechaza emocionalmente ese juicio.
A juzgar por las encuestas de valoración de los responsables y líderes políticos, creo que el grueso de la sociedad española se divide entre dos juicios: “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora hay que pagarlo con las políticas de saneamiento y reforma en vigor” y “estas políticas han demostrado que no funcionan y hay que hacer otras diferentes”.
El primero es un juicio de facticidad y el segundo de posibilidad. Ante el primero, hay gente que no lo asume y ha entrado en un estado de ánimo que se llama resentimiento, sintiéndose traicionada por unas promesas electorales y unas expectativas generadas que no se han cumplido e interpretando que hay unos culpables (los políticos) que les han hecho daño y que merecen un castigo y hay un deseo de venganza, aunque sea a medio plazo. Gastan sus energías en quejas, lamentos, conversaciones desmotivadoras y poco más.
Otras personas interpretan que se está haciendo lo que hay que hacer y es cuestión de tiempo o bien asumen que hemos llegado hasta aquí y, sin menoscabo, de sus posiciones políticas legítimas, aceptan que las cosas están difíciles y han decidido dejar hacer a los que gobiernan. Es el estado que se llama de aceptación o paz. Y en este estado se supone que están los políticos en el gobierno que ponen todo su empeño en conseguir sacar al país con sus recetas. Ellos interpretan que sus promesas se están cumpliendo y que otras expectativas eran infundadas.
Ante el segundo juicio hay muchas personas que de hecho se oponen porque no saben qué hacer y asumen que hagan lo que hagan todo seguirá igual. Están en un estado de ánimo de resignación. Por el contrario, quien lo acepta y actúa para cambiar las cosas está en el estado de ánimo de ambición. En este caso creen que el futuro se hace día a día y es posible diseñarlo. En este grupo están los ciudadanos que luchan a nivel personal y/o colectivo para lograr un futuro mejor con otras políticas que den resultados. Y por supuesto, se entiende que los políticos de la oposición.
¿Dónde estamos cada uno?. ¿Es el estado más productivo?. La buena noticia es que se puede cambiar o, al menos trabajar para ello, si es que uno está descontento con su estado de ánimo. Ello implica posibles cambios de perspectiva y eso no es fácil. El coaching ayuda en ese camino a nivel individual y no olvidemos que el futuro lo creamos cada uno y somos parte del futuro colectivo.