Esa sensación la tenemos todos más de una vez. Y puede que nos bloquee o, al menos, que nos haga menos efectivos y con ello acentuamos la sensación de agobio y de pérdida de control.
Esta problemática no es nueva y desde hace muchos decenios hay diferentes metodologías que establecen guías y procedimientos para solucionar el tema. Por otra parte, en los últimos tiempos la tecnología nos ha hecho perder el concepto de lo urgente, ya que vivimos en un mundo de inmediatez.
En mis primeros años de trabajo viajaba mucho y, por tanto, no estaba en la oficina muchos días. Aunque empezó a aparecer el móvil al cabo de unos años, al principio era una utopía, por precio y por cobertura. Y salían adelante los proyectos y gestionaba bien los clientes. ¿Por qué?. Porque la gente entendía que si estabas de viaje no era fácil contactar contigo y si era realmente urgente o bien intentaban localizarte en el lugar donde estabas o se gestionaba la urgencia con una promesa de respuesta “lo más rápido posible” o con la ayuda de otros recursos de la empresa. Y nunca pasó nada grave.
Hoy eso es impensable, aunque los temas no sean en si más urgentes. Nos estamos acostumbrando a vivir atados a un teléfono móvil. Y no sólo atados sino siendo esclavos de él. Me sigue llamando la atención la cantidad de veces que llamo a alguien, no contesta, dejo un mensaje y cuando me devuelve la llamada con una gran excusa inicial. Es increíble, ¡se sienten mal por no haber cogido el teléfono!.
A pesar de los cambios vertiginosos de los últimos años, la clave para gestionar bien nuestro tiempo reside en ser conscientes de nuestros objetivos y saber ponderar si cada tema que surge favorece mucho, poco o nada la consecución de los mismos. Si a eso unimos el saber decir que no sin sentirnos mal, estamos poniendo la piedra basal para una gestión correcta de nuestro tiempo.
Por otra parte, debemos tener presente que la mente es mucho más productiva cuando trabaja sobre un solo tema y no está dándole vuelta a las muchas cosas que están esperando cuando acabes con eso. Si hacemos caso a esto tenemos ya la columna de soporte de la estrategia de control de nuestro tiempo.
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A partir de ahí caben distintas tácticas de gestionar prioridades, ladrones del tiempo, eficiencia en la comunicación, reuniones efectivas, etc. Sin olvidar la necesidad de parar de vez en cuando para coger nuevas fuerzas y brillantez. Agotarse en jornadas largas y sin descansos produce mucho peores rendimientos, como recuerda el consejo de S. Convey en “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” de parar para afiliar el hacha a la hora de talar árboles.
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