Todos lo sabemos: el ruido nos rodea y perturba nuestras percepciones. Sin embargo, una cosa es saberlo y otra ser realmente consciente de ello.
Este verano tengo ocasión de compartir mucho tiempo con personas mayores y de estar en lugares tranquilos y pacificos con conversaciones calmadas y muchos silencios. Escuchar y acompañar en estas circunstancias es algo a lo que te amoldas con más facilidad de la que cabría suponer.
Y ello permite oir el silencio de la naturaleza, muchas veces sólo interrumpido con el surruro de las hojas mecidas por el viento, el zumbido de un moscardón, el trino de un pájaro o el graznido de un cuervo. Por el medio también puedes escuchar los cencerros de unas vacas pastando libremente en un prado. Cierto es que a lo lejos es difícil no escuchar el ruido de un tractor, el rugido de algún camión sufriendo para remontar una pendiente lejana o el atronador sobrevuelo de un av
Entre conversaciones que languidecen y descansos en un banco poco usado de una estación de tren tan tranquila como el entorno, hay oportunidad de observar cómo una araña captura en sus telares a una libélula, cómo un escarabajo inicia su paseo, cómo una lagartija otea el panorama entre carrera y carrera o cómo una oruga atraviesa a su ritmo el andén. Este es mi pequeño safari fotográfico.
El verano es una oportunidad para desconectar del ruido diario y practicar la escucha activa y la observación cara a retomar con fuerza la actividad profesional.
Muy bueno, Eloy. Me ha encantado. Se agradece leer de vez en cuenta cosas agradables y autenticas.